Opinión

Afra Blanco | Responsable de Juventud FeSMC-UGT

Afra Blanco | Responsable de Juventud FeSMC-UGT

Teletrabajo: ¿para quiénes?

Dicen que el teletrabajo ha llegado de forma sobrevenida para quedarse. En la aplicación de este concepto no vale todo o nada, blanco o negro. Los matices son infinitos, como la gama de grises.

Me sorprende sobremanera que hoy, en estos tiempos de pobreza laboral, de agentes sociales desoídos, de prevención, seguridad y salud prioritarias y de urgencia habitacional e ingreso mínimo vital, nuestras instituciones y distintos ámbitos de la sociedad civil no valoren y analicen seriamente la nueva realidad del teletrabajo.

Tenemos una clara y evidente oportunidad, la que se nos ofrece al mirar a otros países que llevan tiempo trabajando e implementando, con estudios previos y trabajo de campo, un modelo de teletrabajo, generando normativa e incluso sentencias al respecto, como Finlandia, Países Bajos, Suecia, Japón o EEUU.

Y una enorme desventaja, seguir creyendo que a nosotros no nos va a suceder lo mismo que a  todos ellos. Los detractores del teletrabajo perciben una evidente tendencia a trabajar más horas, lograr una superposición entre el trabajo remunerado y el del hogar, mermar la conciliación personal y laboral, hiperflexibilzar nuestra jornada de manera impuesta y un largo etcétera. Piensan que tendremos la habilidad de evitar esta tendencia que, por otra parte,  «parece», tal y como lo vienen diseñando, ser estructural en este proceso de redefinición del mundo del trabajo.

Pros y contras

No puedo compartir en ningún caso el concepto de teletrabajo hermanado al espacio físico del hogar. No puedo hacerlo por el impacto económico al que este obedecerá en caso de implementarse como parece que se pretende. El teletrabajo llevará a la ruina a miles de actividades vinculadas al simple hecho de salir de casa. Y tensionará las administraciones de sectores de actividad económica estratégicos en ocupación y actividad como la hostelería, la restauración o el transporte, por poner algunos ejemplos.

Parece que, por el contrario, ofrece una reducción de la movilidad del trabajador y por ende un menor impacto medioambiental. Y mayor justicia social para con nuestros tiempos de ocio.

No sé hasta qué punto para disminuir la contaminación en el transporte por causas laborales debemos producir una demanda energética mayor, individualizando el gasto energético que tiene una jornada laboral. ¿Es prudente generar esta inmensa demanda energética de cada ciudadano en su hogar laboral?

Más aun, teniendo en cuenta que los objetivos pueden alcanzarse con alternativas más eficientes en nuestra red de transporte habitual o reconociendo reducciones de jornadas laborales sin merma económica sobre la persona trabajadora. Pero como todo ello necesita de un despliegue en inversión y desarrollo destacados… volvamos al teletrabajo.

Además del impacto económico que, de un u otro modo, podrían ser subsanados ante la regularización del teletrabajo, una segunda causa y a mi juicio la más injusta y excluyente es la brecha laboral que el teletrabajo genera.

Para disponer de un teletrabajo seguro deben garantizarse una serie de condiciones laborales de espacio, ergonómicas, ambientales (ruidos y luz) a las que estamos sometidos en nuestra jornada pero que, en la realidad doméstica y existencial de los jóvenes de este país, en ningún caso se cumplen.

Jóvenes y teletrabajo

La edad de emancipación juvenil en España se eleva a los escalofriantes casi 30 años, mientras que en Europa la media se mantiene en los 26 y en los países con mayor experiencia teletrabajando se reduce a los 20 años de edad, ergo podemos encontrar hogares en los que por tener ya al progenitor desarrollando la actividad no se pueda garantizar el teletrabajo seguro para el joven. Y en caso de estar éste emancipado, en contadas ocasiones encontraremos en su hogar espacio útil y adecuado para poder adaptarlo a las exigencias que debe cumplir el espacio de trabajo. La juventud comparte pisos, casi siempre por imposibilidad económica para vivir solos.

¿Cómo se va a garantizar que el teletrabajo no va a suponer una brecha de acceso al mercado laboral para los jóvenes? ¿Cómo se va a evitar que el teletrabajo no tenga un claro tinte clasista? ¿Se contratará a quienes no disponen apenas de espacio en su ridícula habitación alquilada por 400 euros? ¿Qué será de aquellos que no disponen ni de habitación propia para descansar? Y ¿qué pasará con las causas sobrevenidas en el domicilio dentro de la jornada laboral telemática: serán consideradas causas de despido?

Recordad, no hace tanto nos quedábamos perplejos cuando en Japón decidieron llevar la cama para el descanso en el trabajo y ahora llevamos el trabajo a nuestra “cama” en España.

Resulta ofensivo que los actores no asuman la responsabilidad que pretenden regular. Y ofende puesto que se pretende encerrar a los trabajadores y trabajadoras en sus casas a sabiendas que va a generar una posible merma sobre el ejercicio en derechos irrenunciables. Derechos que pasan por el reconocimiento a la desconexión digital, a la seguridad, prevención, salud mental y física, conciliación, flexibilización voluntaria, jornadas y derechos salariales.

El hogar, si se convierte en centro de trabajo, corre el riesgo de atentar contra la propia salud mental y el derecho al descanso no sólo al trabajador o trabajadora si no de las otras personas con las que convive, al supeditar el tiempo de descanso y ocio de estos últimos a la actividad de la persona trabajadora. No podemos engañarnos, no existe ni existirá la capacidad de control de todos los factores mencionados por lo que, claramente, se atentará contra la dignidad de la persona trabajadora, cónyuge y/o compañeros de piso.

Si el problema reside en el “nuevo centro de trabajo” que además para nosotros, representantes sindicales, va a resultar prácticamente imposible de controlar para garantizar el bienestar del trabajador, cambiemos el centro de trabajo. Y me explico, por responsabilidad social, corporativa, sindical, medioambiental y justicia social las administraciones públicas pueden reducir el impacto que genera y hacerse garantes a su vez del ejercicio de los derechos irrenunciables de los trabajadores, en tanto en cuanto somos ciudadanos y ciudadanas de pleno derecho antes que máquinas en la cadena de producción.

Coworking

Los “cowork públicos” o “coteletrabajos”, deberán ser espacios físicos intermedios entre el lugar físico de la empresa y el teletrabajo desde casa, tratándose de un entorno compartido y seguro para las personas trabajadoras. Estas instalaciones deben ser compromisos formales que vayan de la mano con la normativa, reconocidos incluso en la misma. En la mesa tripartita las organizaciones sindicales asumen sus roles y competencias, incluso la patronal en menos medida y claras intenciones asume su implicación en la materia. Es la hora en la que el tercer agente sentado en la mesa de diálogo social actué como árbitro. La política municipal y la coordinación para con ésta, desde hace años, brilla por su ausencia; es hoy cuando deben ser las que habiliten y garanticen zonas de trabajo seguras para los trabajadores que teletrabajen en el municipio, distrito… (dependiendo de la presión poblacional). Ellas deben ser las que garanticen unas condiciones adecuadas para el trabajo y minimicen el impacto de la vulnerabilidad y pobreza laboral. Y velen por que la labor sindical: que los agentes sindicales y representantes puedan ejercer las funciones que la Constitución Española reconoce y el trabajador secunda, y a la que no estamos dispuestos a renunciar.

Entendiendo que nadie está dispuesto a ello, incluso la patronal dice no querer abusar de la relación personal y exclusiva que ofrece el teletrabajo para ahorrarse medios en el desarrollo de la actividad. Por ello deben establecerse los puentes necesarios para que estos centros se encuentren coparticipados o “colaborados” por las empresas, y supervisados por los sindicatos.

Para diseñar la sociedad del siglo XXI, no valen parches. Tampoco entrar en el discurso interesado de las partes, ni permitir que nos confundan. Precisamente nuestra labor es otra que, por cierto, resulta ser mucho más noble a mi entender. Es evidente que el teletrabajo no puede entenderse como un beneficio para la empresa, en todo caso sí como una «ayuda» a la persona trabajadora, con unas casuísticas muy específicas. El teletrabajo es un concepto en el que no vale blanco o negro, todo es gris en sus infinitos matices. Abrir el melón para toda la ciudadanía con argumentos para los que ya existen alternativas y herramientas es, además de innecesario, una acción altamente imprudente.