Opinión

José Hernández Aparicio | Sº Gral. de FeSMC-UGT Murcia

José Hernández Aparicio | Sº Gral. de FeSMC-UGT Murcia

Las que llenan de orgullo las neveras vacías

El presente artículo fue publicado el pasado 29 de mayo en la edición impresa del diario La Opinión de Murcia

Ha tenido que llegar una pandemia para que muchos reconozcan como esencial el trabajo de las limpiadoras y los limpiadores.

Pero a María la esencialidad de su trabajo no le llena la nevera. Sobre todo desde que en 2012 el gobierno regional de Ramón Luis Recortes decidió que en Murcia éramos muy curiosos y había que limpiar menos horas porque la cosa estaba muy mal, y además, como faltaban ocho años para que llegara el coronavirus, nadie se iba a dar cuenta de que el trabajo de la limpieza era esencial. Así que  les recortaron un 16,5% de su jornada y de su salario, y a los trabajadores de limpieza de las dependencias de la Comunidad Autónoma les dieron a elegir entre recortar su jornada o perder su trabajo.

María, como todos sus compañeros que están pero no se ven, sigue acudiendo cada día a la residencia de mayores a realizar su trabajo, son tareas ingratas en muchas ocasiones, pero siempre con una palabra amable y una sonrisa que reconforta a sus viejecicos, eso sí, conversaciones las justas, porque ya le han dicho sus jefes que tiene que limpiar lo mismo con menos jornada. Sin embargo en estos meses de coronavirus, sobrecogida por el semblante que muestran sus mayores,  siempre busca un ratico para intentar aliviarles la angustia y la ansiedad que les rodea. Tal es así, que en estas semanas en que los residentes no han podido comunicarse entre ellos, que no han podido ni tan siquiera salir de su habitación, estaban deseando que María entrara a limpiar y temiendo que terminara, porque por unos minutos habían aparcado la tristeza.

Al terminar su reducida jornada, a pesar de salir con prisa y desconcierto, María se para a contarles como están sus abuelos a los familiares que no pueden visitarlos.  Con la prisa de quien sale corriendo de trabajar para ir a trabajar, pero con el desconcierto de quien al salir recuerda en la puerta que ya no tiene un segundo trabajo, que ha cerrado ese local en el que para poder llenar dignamente la despensa, trabajaba unas cuantas horas y le cotizaban casi ninguna.

Ustedes perdonen por anticiparlo, pero este cuento no tiene final feliz, de momento. Siete años después, en 2019 gracias a la presión de los sindicatos, recuperaron la mitad de lo que les quitaron. Pero a día de hoy en plena pandemia, doblando turnos y con jornadas maratonianas de trabajo siguen teniendo su jornada reducida, eso sí, con promesas y promesas de que lo recuperarán.

No habrá reactivación justa sin eliminar esta ignominia, sin que recuperen su jornada completa las que limpian mientras dormimos, los que limpian antes de que empecemos a trabajar, las que siguen limpiando cuando nosotros volvemos a casa.

No caeremos en la tentación, como hacen otros con otro gobierno, de decirle al presidente de la Comunidad Autónoma de Murcia, “señor Miras, ¿por qué no te piras?” Pero sí le diremos que antes de pirarse de vacaciones deje esta injusticia resuelta.

Sería muy bonito terminar el artículo diciendo eso de ¡todos somos María! Pero no es verdad. La desigualdad es un virus para el que nunca llega la vacuna. Porque no es verdad que la crisis económica nos golpee a todos por igual. Tampoco el virus golpea a todos por igual. Porque no todos han tenido que coger transporte público para ir a su trabajo porque tienen un empleo mal pagado. Porque no todos han tenido que trabajar sin medidas de protección. Porque no todos al volver exhaustos de su trabajo, han tenido que ver carteles en el buzón o en su propia puerta, pidiéndoles que se fueran a vivir a otro sitio mientras durara la pandemia para no contaminarles sus cacerolas.

Hace 8 años ya que les robaron en la despensa, pero siguen trabajando con el mismo orgullo. No pararemos hasta conseguir que recuperen lo que les quitaron, por todo eso nuestro homenaje y reconocimiento a los que, como escribió Benjamín Prado, llenan de orgullo las neveras vacías.