Opinión

Afra Blanco y Efrén Sánchez-Molero | Dpto. Juventud FeSMC-UGT

Afra Blanco y Efrén Sánchez-Molero | Dpto. Juventud FeSMC-UGT

Nuevas crisis, mismos perjudicados

Otra vez una crisis golpea a los más vulnerables. Otra vez, recae sobre las espaldas del trabajador una crisis económica y social. Y no es que no hayamos aprendido nada de la anterior, es que hace mucho tiempo que tenemos las manos atadas.

Es curioso que ante la falta de previsión algunos se escuden en que nadie podía esperarlo. Bien, este es un hecho bastante lógico, pero aún más lo es que si alguien debe trabajar, la previsión ante un posible infortunio deba recaer en el empresario y los gobiernos, no sobre el propio trabajador o trabajadora.

Cansados estamos de oír que la gente vive al día y que por ello cuando sufrimos un revés laboral no estamos preparados para hacerle frente. Pero nadie habla de que esas grandes empresas que generan millones de beneficios, no estén preparadas para hacer frente a un mes/dos sin ingresos. Una vez más, ante una crisis, nos encontramos con el eterno dilema entre el “trabajador irresponsable y poco previsor” versus empleador inevitablemente sorprendido/sobrepasado por las circunstancias.

Exigimos y obligamos a la ciudadanía a contratar seguros para hacer frente a cualquier tipo de imprevisto, en su vivienda, con su vehículo de transporte privado e inclusive con su salud o vida. Y resulta que lo único que no tiene asegurado es su empleo ¿Qué seguridad puede tener hoy un trabajador con las herramientas legales de las que se ha dotado al empleador? Yo os aseguro que ninguna.

Primero, hemos asumido la improcedencia como una tipología válida de despido en los tiempos que corren, cuando en realidad estamos ante una grave negligencia. El despido por tanto y por desgracia sigue siendo libre, retribuido (cada vez peor), pero libre.

Si no procede el despido de una persona trabajadora no se puede «penalizar» al empresario gratificando al despedido con apenas 13 días por año trabajado, hay que anularlo. Y en tal caso, no ha de quedar otra que la inmediata readmisión de la persona trabajadora. Un dinero que no repara el daño al afectado ni al seno de sus familias y que supone bastante poco para la mayoría de empresas. No se puede asegurar una estabilidad social si el trabajador o trabajadora puede ser despedido en cualquier momento siendo únicamente la diferencia una cuestión cuantitativa (la indemnización) que ni siquiera llega a ser los más de 40 días que teníamos antes del revés de la Reforma PPopular.

Además de los despidos improcedentes también tenemos los procedentes. Es lógico que se pueda despedir a un trabajador por motivos objetivos, es decir que proceden. Menos lógico es que esas motivaciones objetivas sean tan genéricas que resulte misión imposible demostrar que no son tales. Que dentro de las causas objetivas se contemple la previsión económica de beneficios, repito beneficios, que estima la propia empresa y que la faculta para poder despedir si no los alcanza, supone que unos pocos dejan de ganar tanto y otros pasan a no ganar nada. Lo que en terminología de lucha de clases es el trasvase de rentas del trabajador a rentas para el capital.

¿No se puede despedir durante la pandemia?

¿Cuántas veces hemos escuchado o leído la falaz frase acompañada de su respectiva coletilla? ¿Cuántas? No se puede despedir durante el Covid19 ¡Mentira! No es justo jugar con las palabras en estos momentos y hacer creer que tenemos una seguridad, radicalmente falsa, en la estabilidad de nuestro empleo. Se puede despedir, la diferencia es que les puede salir ridículamente más caro a aquellos que tienen los medios y gabinetes para articular esa vía.

Que no se considere justificado el despido por causas objetivas derivado de la crisis económica y sanitaria provocada por el coronavirus, es una cosa. Que ello no impide, en ningún caso, que se reconozca el mismo como improcedente y sea ejecutado el despido, es otra muy diferente.

El quid de la cuestión, no siempre conocido, nos desvela que el despido improcedente resulta de la decisión unilateral del empresario que extingue la relación laboral prescindiendo de las causas o requisitos exigidos por el ordenamiento jurídico y, como su propio nombre indica, éste no procede, de ahí los 13 días de diferencia. Podemos, entonces, decir que esa es la sanción por no actuar correctamente.

Y que no se puedan utilizar argumentos económicos, técnicos, organizativos o de producción (ETOP) derivados del coronavirus Covid-19 para despedirnos de forma objetiva -en casos individuales- o vía ERE de extinción -para despidos colectivos-, no impide a esos avariciosos empleadores a hacer uso de modalidades disciplinarias o por causas objetivas (ineptitud, falta de adaptación del trabajador, etc) para lanzarnos a la cola del paro con aquello que la ley entiende como despido justo.

La gran patronal muestra su sorpresa cuando se cuestiona su «buena fe». Para prueba de nuestra puesta en duda, la norma no especifica qué pasará con los despidos realizados sin tener en cuenta la previsión legal: ¿Serán considerados como improcedentes o nulos?

No se quieren perder puestos de trabajo, la pretensión es mantener la ocupación y aprovechar la escasa, pero oportuna, ocupabilidad que pudiera surgir. Pero la norma no reconoce explícitamente el despido nulo, es decir la readmisión inmediata del trabajador en el puesto que venía desempeñando y el abono de los salarios dejados de percibir desde la fecha del despido hasta la notificación de la sentencia.

En resumidas cuentas, existe brecha para ejecutar el despido objetivo y existe «pena» para aquel que no pueda serlo al considerarse improcedente. Pero la modalidad más justa para las personas trabajadoras, empresas nobles y por ende la sociedad, no se reconoce.

¿Dónde queda la responsabilidad social de las empresas?

En estos días hemos podido conocer las artimañas que los empleadores utilizan para alcanzar los acuerdos de ERTE más beneficiosos para ellos, obviando la responsabilidad corporativa y social. Quién piense que es lo normal, olvida que llegamos a esta pandemia con un claro desequilibrio entre las partes negociadoras, al mermarse sobremanera y maniatar en los últimos años la capacidad de los sindicatos para presentar alternativas justas para todas las partes, especialmente para aquellos que, incomprensiblemente, resultamos ser los que tenemos que acarrear con esta crisis que sin haber sido generada una vez más por nosotros, los trabajadores y trabajadoras, nos vuelve a situar a los pies de los caballos del establishment.

Este interesadísimo malentendido, en esta ocasión, resulta una penalización, de nuevo, para los de siempre. Como si nada hubiésemos aprendido lejos de los focos.

A ti, persona joven, que tanto te ha costado encontrar un trabajo, lamentando todos que las últimas crisis te azotaran. “Estudiar más te ayudará a tener un trabajo más estable y seguro», nos decían nuestros mayores. O a ti, persona mayor de 55 años a la que ya este Estado «intentó» rescatar y parece no tomar buena nota de lo que te hizo la crisis del 2008.

A nosotros, los jóvenes, que con toda probabilidad somos los protagonistas indiscutibles de los contratos temporales, de las entradas y salidas constantes en el mercado de trabajo, de la temporalidad más injusta y agresiva que conocemos sumémosle una indemnización por fin de contrato temporal de 12 días de salario por año trabajado.

A todos nosotros que acumulamos en nuestra empresa menos tiempo de trabajo estable y antigüedad, somos a los que por ser más baratos en el despido, nos vuelven a situar en el disparadero.

Desequilibrio en la balanza

Una vez más, una realidad profundamente injusta e ilógica. Si hemos llegado a esta situación es por sabernos indefensos al no habilitar/reconocer herramientas para nuestra defensa, la de los más vulnerables en el mercado de trabajo, ya sea por convicción u omisión de unas políticas poco o nada sociales que han sido permisivas con los abusos de una parte que perjudican a los trabajadores y las trabajadoras.

Algo deberíamos haber aprendido, principalmente respecto de la importancia de la negociación colectiva que tan inoportunamente fue mermada en los tiempos que nos ha tocado vivir. Todo esto ha permitido hoy que se oferte el abuso de las grandes multinacionales y se produzca la debacle.

Tenemos que volver a ser testigos de cómo se gestiona una crisis bajo los intereses de las grandes patronales, probablemente por esos desequilibrios ya mencionados a los que nos sometieron las últimas reformas laborales. En todo caso, veamos en el actual contexto una oportunidad de reequilibrar la balanza.

¿Dónde quedaron esas redes de seguridad para que los de siempre no paguemos los platos rotos? Socialdemocracia lo llamaron en un tiempo… Porque es evidente que si ésta existe, los agujeros hoy son demasiado anchos, demasiado como para sostener generaciones enteras. Y es que así es muy difícil que España se levante de esta y de todas las crisis que puedan llegar.