Opinión

Óscar Calero | Periodista

Óscar Calero | Periodista

Fútbol femenino: ¿derechos laborales o mediáticos?

La visibilidad. Uno de esos conceptos de moda que sirven para tantas cosas como para ninguna. Un oasis en el desierto para disfrazar las carencias y las responsabilidades de quién ejerce puestos determinantes en el desarrollo y evolución de una actividad laboral.

Asistimos, desde hace unos años, al crecimiento -sobre todo mediático- del fútbol femenino. Un alzamiento sostenido por una burbuja de horas de televisión, radio y espacio en los periódicos. Una creación a modo de calcomanía del idolatrado y lujoso homónimo masculino que, como tal, solo guarda la apariencia y se difumina en lo esencial con un poco de agua.

Parece que el colectivo femenino ha despertado y, desde hace una semana, ha paralizado la competición con el objetivo de regularizar una situación tremendamente kafkiana para el siglo XXI. Desde hace dos años, aprovechando la coyuntura social acerca de la lucha feminista por situarse en el lugar que les corresponde en el mundo laboral, las empresas deportivas, muchas de ellas grandes multinacionales, han decidido añadir una nueva línea de negocio a su estructura con las secciones femeninas de fútbol. Y digo negocio porque en el momento en que los intereses económicos y el lucro entran a formar parte de este desafío, el altavoz mediático que ha servido de estímulo para la profesionalización irregular del sector no puede ser garantía para unas trabajadoras que desarrollan una actividad por la que se generan ingresos y beneficios.

Las condiciones laborales de un trabajador no dependen ni de una federación, ni de un club. Y esto no debería recordarse, pero la memoria intencionada de la cúspide tiene la piel muy fina. Las únicas garantías del trabajador dependen, como guardián máximo, de la Constitución Española y, específicamente, del Estatuto de los Trabajadores. La pomposidad del medio en que se actúa no puede hacer de bálsamo para saltarse la legislación que ampara a los trabajadores y las trabajadoras. Y en esta parte del camino, el perjuicio se lo llevan ellas, las futbolistas.

Beneficios del negocio: mucho para unos, nada para otras

A todos nos complace ser reconocidos y valorados por lo que hacemos, pero eso no debe formar parte de nuestros objetivos laborales, más cuando ni siquiera partimos del mínimo exigido obligatorio en nuestra situación contractual. Y esto es una obligación achacable a cualquier empleado sin entregar ni un ápice a cambio de un trueque de tintes medievales. Es muy tentadora y satisfactoria la alimentación de nuestro ego. En este caso, un ego colectivo, un “nosotras” elevado a los altares de la fama y la popularidad. Peligrosos si no tomamos distancia y entendemos que nuestra actividad amateur ha sido transformada en un negocio utilizando deliberadamente nuestro trabajo sin hacernos partícipes en la proporción que nos toca: ¿Dónde queda el “reparto equitativo de la riqueza colectivamente producida”? Contratos a media jornada, un convenio colectivo inexistente, ni rastro de beneficios sociales, ni de bajas remuneradas, y un sinfín de irregularidades que se han pasado por alto, eso sí, con las retransmisiones en directo, como mandan los cánones. Vamos, un circo romano en el siglo XXI.

Hagamos de este delirio un ejercicio de anacronía y extrapolemos el sistema gremial del siglo XVIII en plena revolución industrial. Imaginemos que creamos una empresa textil con la misma manga ancha que entonces, pero la visibilidad para que no se note tanto. Nuestros empleados trabajarán sus catorce horas diarias reglamentarias, en unas condiciones infrahumanas con el único objetivo de sacar un rédito millonario para los propietarios del negocio. Ahora, los consumidores que visten la ropa que realizan les van a aclamar todos los días a la puerta de la fábrica, les llevarán bocadillos para el almuerzo y les dibujarán un mundo de piruletas y caramelos a modo de satisfacción efímera. Qué esperpento, qué locura. Cierto, pero no muy alejado de la realidad.

Tan solo nos queda añadir a la ecuación el sentir del destinatario de este juego macabro. El aficionado acaba creyendo en este idilio mediático y esta es la cuadratura del círculo. Atamos bien los cabos y a navegar, aunque la velocidad de crucero la alcancen en galeras las futbolistas. Y lo bien que queda el barco desde fuera, ¿qué? Por si hubiera dudosos, no hay como descubrir cómo respiran en los medios de comunicación.

Es el mercado, amigos

Leía el otro día a un destacado y ‘prestigioso’ periodista deportivo titular su artículo de opinión: “Una huelga de doble filo”. En su interior, esta frase: “Esos objetivos estaban a mano quizá para dentro de un año. Ahora pueden alejarse o malograrse”. Y continúa con el sesudo argumento de que el mercado (ese ente) todavía no está preparado para añadir el futbol femenino en su maquinaria. Para terminar, hacía alusión al impulso que Iberdrola (esa ONG) dio en su momento a la Liga femenina. Así late el pulso de quienes generan opinión en este país. Conclusión: señoras futbolistas esperen ustedes un año más o los que hagan falta con sus sueldos precarios no vaya ser que el gigante se enfade y las consecuencias sean peores. Y ya puestos, hagan una colecta para una buena cesta de Navidad para agradecer a la eléctrica en cuestión su, seguramente, altruista contribución a la causa.

A todo esto, resulta hilarante que, de forma paralela, los clubes, que se agarran a seguir en una situación ética y jurídicamente penosa, sigan negociando los derechos audiovisuales de sus equipos manejando cifras cercanas a los tres millones de euros para los próximos años. Serán cosas de los mercados.

En definitiva, un esperpento mediático en defensa de una empresa con trabajadoras que exhiben cada fin de semana su talento y profesionalidad a cambio de precariedad laboral, pero golosos incrementos de los beneficios para el club. Existe otra opción que no es descartable, si usted no tiene el suficiente amparo económico para financiar todos los recursos que le exige su nuevo negocio, vuelva al mundo amateur; a una asociación deportiva sin ánimo de lucro donde no se engañe a las actrices principales y que ellas elijan si les compensa, o no.

No deberíamos sacar la conclusión de que la atención mediática no tenga sus beneficios, si no que el enfoque es desacertado. Es importante educar en todos los ámbitos y esta situación no puede servir, lamentablemente, para que las generaciones más jóvenes piensen que el éxito está en salir por la televisión o en tener unos cuantos miles de seguidores en las redes sociales. La visibilidad debería servir para dar a conocer y denunciar, como es el caso, situaciones de desigualdad o injustas. Siempre y cuando no invitemos a los mercados a la fiesta.