Opinión

Álvaro Vicioso | Adj. Secretario de Acción Sindical de FeSMC-UGT

Álvaro Vicioso | Adj. Secretario de Acción Sindical de FeSMC-UGT

¿Patriotismo? No, fraude

(Patriota: persona que tiene amor a su patria y procura todo su bien).

De patriota es pagar las horas trabajadas a la persona trabajadora y cotizar al sistema público por ello.

De patriota es pagar a la persona trabajadora temporal contratada mediante ETT, conforme establece la Ley de ETTs y su convenio de aplicación.

De patriota es, como personas trabajadoras que somos, exigir a nuestros representantes legales de los trabajadores que repartan patriotismo a los empresarios que viven en el fraude, vía negociación, vía inspección de trabajo o vía conflicto colectivo en los tribunales.

Todo lo demás es fraude

(Defraudar: privar a alguien, con abuso de su confianza o con infidelidad a las obligaciones propias, de lo que le toca de derecho. / Frustrar, desvanecer la confianza o la esperanza que se ponía en alguien o en algo. / Eludir o burlar el pago de los impuestos o contribuciones. / Turbar, quitar, entorpecer algo).

Es fraude no pagar las horas trabajadas a la persona trabajadora y no cotizar al sistema público conforme.

Es fraude pagar a la persona trabajadora temporal contratado mediante ETT sin aplicar la legislación existente.

Es fraude pagar a la persona trabajadora contratada por una empresa multiservicios únicamente salario mínimo interprofesional, cuando debiera pagar el salario del convenio sectorial donde realiza su actividad.

Es fraude enterrar en la precariedad más absoluta a los “riders” de plataformas digitales bajo su falso título de emprendedor, para evitar pagar el salario de su convenio sectorial de actividad.

Es fraude no pagar a igual trabajo igual salario a una mujer.

Es fraude trabajar de forma gratuita en ingenierías, arquitectura, consultoría informática, etc… con el engaño del empresario hacia la persona trabajadora de que con ello “llenará su curriculum vitae”.

Es fraude, aún a día de hoy, no pagar a las personas trabajadoras el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) que mandata la ley.

Es fraude el sistema establecido de continua explotación de los becarios para labores que extralimitan el origen para lo que se creó dicha figura.

Es fraude atraer y engañar, desde las agencias de colocación, a las personas desempleadas de larga duración para cobrar la tarifa que abona la Administración pública por ello, se le encuentre o no trabajo.

Es fraude, y especialmente denigrante, contratar personas trabajadoras mediante centros especiales de empleo para competir tirando precios.

Son fraude los portales de empleo que ofrecen ofertas de trabajo falsas, pagando salarios por debajo de convenio, en condiciones de semi explotación.

Una digitalización socialmente inclusiva

Es fraude pretender desde los poderes públicos que los cambios tecnológicos no sean pilotados bajo intereses sociales y laborales, poniendo únicamente el foco sobre los beneficios económicos y no limitando y paliando sus efectos negativos.

Porque del posible fraude o posible patriotismo con el que se esté dirigiendo, desde los poderes políticos, la digitalización depende dejar una sociedad caracterizada por la desigualdad y la precarización del empleo o construir un modelo humanista que coloque a las personas en el centro de la digitalización; una sociedad, en definitiva, más igualitaria, más inclusiva, más justa, más diversa, más rica y más próspera.

En este sentido, no puedo estar más de acuerdo con lo escrito por Nicholas Carr en su obra Atrapados: cómo las máquinas se apoderan de nuestras vidas: “Puede que tengamos que poner límites a la automatización para asegurar el bienestar de la sociedad en el futuro. Puede que tengamos que cambiar nuestra visión del progreso, poniendo el énfasis en el florecimiento social y personal en lugar de en el avance tecnológico. Puede incluso que debamos valorar una idea que ha llegado a ser considerada impensable, al menos en círculos empresariales: dar prioridad a las personas sobre las máquinas”.

En el caso de España, las reformas laborales han agigantado el fraude con la reducción de las llamadas “barreras” de acceso al mercado de trabajo estable y con derechos, fomentando tipos de contratación temporal, a tiempo parcial, en prácticas, rebajando las cotizaciones empresariales a la Seguridad Social para la contratación de determinados colectivos y permitiendo la aparición de numerosos intermediarios en las relaciones laborales.

Por otro lado, las reformas han girado en torno a la creación de fraudes mediante “autovías” de salida del mercado de trabajo por medio de la reducción de los costes de indemnización por despido y de la ampliación de los supuestos elegibles para el despido procedente. Al mismo tiempo, el fraude originado endurece el acceso a las prestaciones por desempleo y han reducido su cuantía, incrementando así la situación de dependencia de los trabajadores.

Y, por último, las reformas laborales también han modificado la estructura de la negociación colectiva con el fin de fomentar la negociación individualizada de las condiciones de trabajo, lo que en la práctica un nicho de fraude inmenso y, por cierto, de mínimo patriotismo.

¿Revolución o contrarrevolución?

De lo que estamos hablando es de que desde diversas instancias políticas y mediáticas se está intentando responsabilizar a la revolución digital de la destrucción de empleo y del aumento de la precarización de la clase trabajadora, para evitar que se analicen las causas reales de la precarización, que no son tecnológicas, sino políticas y de puro y duro fraude al sistema para engordar sus cuentas de resultados.

Porque no es la revolución digital sino la contrarrevolución neoliberal con sus políticas de globalización, desregulación, privatización y “financiarización” de la economía y con sus reformas laborales orientadas hacia una competitividad basada en la devaluación de los costes salariales y sociales, las que están causando la destrucción de puestos de trabajo y la precariedad del trabajo existente. Y en estas condiciones, los patriotas, como mucho, “de cartón”.

Por tanto, no nos tenemos que dejar engañar y hay que aprender a separar las causas tecnológicas de las políticas, haciendo frente a ambas para lograr una revolución digital consensuada, justa y equitativa.

Porque el patriotismo es, en definitiva, transformar nuestras sociedades sin olvidar los principios de solidaridad, justicia e igualdad. No hacerlo bajo estas reglas sería una involución histórica y un fraude para las generaciones venideras que no debemos consentir.